Homenaje a Rosalía (España, c. 1944) por Laura Márquez
Hola, me llamo Laura. Permitirme, por favor, que os cuente una historia personal. Es la historia de mi abuela, Rosalía Bejarano Medina (1937), durante la posguerra. Mi abuela (en la fotografía superior, parte derecha, con siete años y con un vestido blanco) nació en plena guerra civil española (para saber más, aquí y aquí) y desafortunadamente le tocó vivir -como siempre me dice- el principio del fin.
La guerra civil terminó el 1 de abril de 1939 trayendo consigo una dictadura que se prolongó hasta 1975 y en la cual no se permitieron derechos tan básicos como la libertad de expresión o de reunión (véase Leyes Fundamentales, Falange y Organización Sindical). Fueron tiempos de mucho miedo y poco pan, en los que diariamente se presenciaban detenciones de civiles cuyo destino había sido escrito por la denuncia de cualquier persona cuyos motivos podían ser varios, reales o no, quizá eso no importaba (más detalles aquí y aquí). No había derecho a la defensa, no tenían a qué atenerse. Desgraciadamente, mi abuela tiene algo más que añadir. Ella presenció la detención de su tío, a quien nunca vio regresar y me cuenta cómo dejó desamparados a sus primos y a su tía. "Teníamos miedo a que llamasen a la puerta. Todos sabíamos que no estábamos haciendo nada mal, pero con eso no era suficiente". Cómo ya he dicho antes, el hambre se apoderó de los hogares. Por lo general, en aquella época todos los miembros de la familia -hijos, padres, y abuelos- dependían del sueldo del hombre de la casa, que, a veces… llegaba para una barra de pan. Mi abuela Rosalía me comenta con aflicción que "nos peleábamos por las migas que caían en la mesa; incluso había días en los cuales mis padres no comían por dejarnos a nosotros una pequeña porción más".
La guerra civil terminó el 1 de abril de 1939 trayendo consigo una dictadura que se prolongó hasta 1975 y en la cual no se permitieron derechos tan básicos como la libertad de expresión o de reunión (véase Leyes Fundamentales, Falange y Organización Sindical). Fueron tiempos de mucho miedo y poco pan, en los que diariamente se presenciaban detenciones de civiles cuyo destino había sido escrito por la denuncia de cualquier persona cuyos motivos podían ser varios, reales o no, quizá eso no importaba (más detalles aquí y aquí). No había derecho a la defensa, no tenían a qué atenerse. Desgraciadamente, mi abuela tiene algo más que añadir. Ella presenció la detención de su tío, a quien nunca vio regresar y me cuenta cómo dejó desamparados a sus primos y a su tía. "Teníamos miedo a que llamasen a la puerta. Todos sabíamos que no estábamos haciendo nada mal, pero con eso no era suficiente". Cómo ya he dicho antes, el hambre se apoderó de los hogares. Por lo general, en aquella época todos los miembros de la familia -hijos, padres, y abuelos- dependían del sueldo del hombre de la casa, que, a veces… llegaba para una barra de pan. Mi abuela Rosalía me comenta con aflicción que "nos peleábamos por las migas que caían en la mesa; incluso había días en los cuales mis padres no comían por dejarnos a nosotros una pequeña porción más".
Me gustaría dejar una reflexión final. Mucha gente dio la vida para que a día de hoy vivamos en un país democrático, héroes anónimos y frecuentemente olvidados. Como bien dice mi abuela, es demasiado tarde para remendar aquellos errores, pero siempre podemos aprender de ellos y nunca olvidar de dónde hemos venido y por dónde hemos tenido que pasar, ya que un país que olvida su historia, está condenado a repetirla. Muchas gracias a todos por vuestro tiempo.
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