Una cárcel en Sudáfrica, c. 2008


de la cárcel de Pollsmorr en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) (más fotografías aquí). Al mismo tiempo, entonaban cantos tradicionales del siglo XVII.

A continuación os dejo el comentario de María Victoria Noguera, estudiante del doble grado en ADE y Derecho (línea 1)

Si bien a día de hoy se reciben quejas sobre diversos aspectos negativos de las cárceles españolas por iniciativa de los propios españoles; cualquier cárcel europea es un hotel de cinco estrellas para un preso africano o latino, y no son pocas las razones que llevan a estos prisioneros a pensar de dicha forma. Además, la gran brecha que separa a los países democráticos desarrollados del primer mundo con los países pobres -debida en gran parte al gran índice de corrupción en estos últimos- repercute inequívocamente en la manera que tiene cada gobierno a la hora de respetar los derechos humanos de los presos.
Original aquí
Un ejemplo de todo esto lo constituye la cárcel sudafricana de Pollsmoor, una prisión de máxima seguridad, dominada por criminales, caracterizada por continuos sobornos y controlada por las mafias que han conformado por los propios reclusos (video aquí). Y todo esto, sin olvidar que el número de reclusos duplica los aproximadamente 4,000 delincuentes permitidos. Las condiciones infrahumanas en las cuales viven los delincuentes considerados peligrosos en Sudáfrica demuestran que el país no ha avanzado lo suficiente en materia de Derechos Humanos, incluso con una Constitución calificada como una de las más progresistas del mundo. La realidad de las cárceles sudafricanas es un claro reflejo de los déficits de libertad que sufre gran parte de la sociedad sudafricana: mayorías marginadas, excluidas del desarrollo, explotadas y empobrecidas. Dicha desigualdad es fruto todavía de la sombra de la segregación y el apartheid, que demuestra la alargada sombra de las siniestras políticas del apartheid. Desafortunadamente Sudáfrica sigue dominada por las minorías blancas que poseen una parte totalmente desproporcionada de la riqueza del país. El compromiso que Nelson Mandela quería lograr en cuanto a igualdad entre mujeres, hombres y gentes de todas las razas sigue pareciendo un sueño utópico ante la tozuda realidad de los hechos. En la actualidad, a pesar de ser una economía emergente y uno de los países con mayor crecimiento económico dentro del continente africano, Sudáfrica sigue teniendo graves problemas con la corrupción y con la persistente violación de los derechos humanos.
Sala de estar en una prisión noruega (más aquí)
En otro orden de cosas, la comparación de estas instituciones sudafricanas con los centros penitenciarios nórdicos, e incluso españoles, produce cuanto menos sonrojo (más detalles aquí). Uno de los aspectos que podría diferenciar las cárceles españolas (por no mencionar las de los países pobres) con las instituciones penitenciarias de los países del norte de Europa, es la inversión en la reinserción del encarcelado y no en el castigo. La pregunta que debe contestarse es si en pleno siglo XXI, ¿son las prisiones de máxima seguridad lo mejor que puede existir en la justicia penal? El castigo penitenciario no es más que una deshumanización de las personas, despojándolas de su dignidad y posibilidad de mejorar. Más preguntas, ¿acaso el ser humano no es capaz de aprender de sus errores y convertirse en una mejor versión de sí mismo? ¿Por qué se sigue convenciendo a la población de que aquellos que cometieron fallos en su momento deben pagar un elevado precio por sus delitos? Algunos datos altamente reveladores. La gran mayoría de las cárceles holandesas están cerradas o en alquiler. En Islandia, únicamente existen 147 presos frente a los 65,000 que hay en España; dichos presos viven su vida y desempeñan un papel importante en su entorno, trabajando de manera dinámica y sintiéndose útiles. Muchos de estos reclusos viven en cabañas y pasean por amplios espacios verdes. Mi pregunta final a modo de reflexión es simple: ¿por qué España no puede ser como Islandia? ¿podrá serlo algún día?

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