Viajando por el río Congo


Expresiva fotografía de Pascal Maitre sobre gente viajando sobre barcazas de carga que navegan a través del río Congo. Durante el trayecto los pasajeros cocinan, duermen, charlan y viven... rodeados de mercancías (reportaje aquí).

"Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se conviertieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol. Aquel camino de agua corría desierto, en la penumbra de las grandes extensiones. En las playas de arena plateada, los hipopótamos y los cocodrilos tomaban el sol lado a lado. Las aguas, al ensancharse, fluían a través de los archipiélagos boscosos; era tan fácil perderse en aquel río como en un desierto, y tratando de encontrar el rumbo se chocaba todo el tiempo contra bancos de arena, hasta que uno llegaba a tener la sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas una vez conocidas... en alguna parte... lejos de todo... tal vez en otra existencia. Había momentos en que el pasado volvía a aparecer, como sucede cuando uno no tiene ni un momento libre, pero aparecía en forma de sueño intranquilo y estruendoso, recordado con asombro en medio de la realidad abrumadora de aquel mundo extraño de plantas, y agua, y silencio. Y aquella inmovilidad de vida no se parecía de ninguna manera a la tranquilidad. Era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable. Y lo miraba a uno con aire vengativo. Después llegué a acostumbrarme. Y al acostumbrarme dejé de verla; no tenía tiempo. Debía estar todo el tiempo tratando de adivinar el cauce del canal; tenía que adivinar, más por inspiración que por otra cosa, las señales de los bancales ocultos, descubrir las rocas sumergidas. Aprendí a rechinar los dientes sonoramente antes de que el corazón me estallara cuando rozábamos algún viejo tronco infernal que hubiera podido terminar con la vida de aquel vapor de hojalata y ahogar a todos los peregrinos. Necesitaba encontrar todos los días señales de madera seca que pudiéramos cortar todas las noches para alimentar las calderas al día siguiente. Cuando uno tiene que estar pendiente de ese tipo de cosa, los meros incidentes de la superficie, la realidad, sí, la relaidad digo, se desvanece. La verdad íntima se oculta, por suerte, por suerte. Pero yo la sentía durante todo el tiempo. Sentía con frecuencia aquella inmovilidad misteriosa que me contemplaba, que observaba mis artimañas de mono, tal como os observa a vosotros, camaradas, cuando trabajáis en vuestros respectivos cables por... cuánto es... media corona la vuelta."

Fragmento extraído de El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad (una reseña de Javier Marías aquí; más en The Joseph Conrad Society), p. 49. Se corresponde con la edición correspondiente a la exposición "El corazón de las Tinieblas" organizada en el Espai 2 del Palau de la Virreina del 27 de junio al 1 de septiembre de 2002 (Junta de Gobierno del Institut de Cultura de Barcelona, Ajuntament de Barcelona, Electa).

Comentarios