El problema con los gastos de nuestros ancianos solo se resolverá cuando incitemos a nuestras personas mayores a morir antes...



Estas palabras (más detalles aquí y aquí) fueron pronunciadas en 2013 por el viceministro de economía japonés, Taro Aso. En la actualidad la población japonesa está envejeciendo a una velocidad impresionante, de tal forma que prácticamente no hay recursos para atenderlos (más información aquí y aquí). Este hecho no deja de ser sorprendente ya que en 1975 el país nipón tenía el porcentaje de población más joven entre los países desarrollados. Cuarenta años después, el 27% de su población está compuesta por población mayor. Entre los 126 millones de japoneses, la cuarta parte de la mano de obra es mayor de 65 años (en promedio, el japonés deja de trabajar a los 69 años). Ante esta situación hay muchos ancianos que han tomado medidas desesperadas como ir a la cárcel. Desde 2013, las cifras de delicuencia senil superan a las de delicuencia juvenil. Otras personas mayores son menos afortunadas. Todos los años se descubren aproximadamente 30,000 cadáveres -dos terceras partes, mayores de 60 años- semanas e incluso meses después de fallecer. Y es que las tasas de suicidio entre los sexagenarios son más elevadas que en ningún otro grupo de edad. Las residencias de ancianos tampoco son una opción: excesivamente caras y con más de 500,000 personas en espera. Paralelamente el gobierno japonés está apostando por la robotización ya que la sociedad japonesa es una de las sociedades más cerradas del mundo (únicamente el 1.4% de su población es inmigrante). En este contexto, las excelentes fotografías de Pascual Meunier añaden más dramatismo a un panorama muy preocupante y que amenaza con extenderse al resto de las sociedades occidentales.

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